dos niños mestizos, hermanos genelos, que se abrazan sonrientes en señal de reconciliacion, fondo verde de vegetación frondosa

La reconciliación

“Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo… y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación”

(2 Corintios 5:19)

Introducción

Las Escrituras nos enseñan claramente que una de las metas de la misión de Dios es la reconciliación.

La gracia de esta inmerecida e inesperada reconciliación hace posible extender la reconciliación a todas las demás relaciones humanas: dentro de la familia, con otros grupos, en la sociedad y entre las naciones.

La reconciliación debe recibir su contenido e inspiración del texto bíblico de Juan cuando dice “Dios es amor” (1 Juan 4:16). Es interesante que la primera vez que la palabra “amor” formara parte del tema de una Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias fuera en el año 2022 cuando se adoptara el lema: “El amor de Cristo lleva al mundo a la reconciliación y a la unidad” (2 Corintios 5:14,15).

Así, el ecumenismo se transforma por el amor en un ecumenismo de corazón: La búsqueda de la reconciliación no es solo intelectual, institucional y formal sino que se basa en la teología de las relaciones que se expresa mediante la oración, la espiritualidad sana y salvífica y sobretoto el afecto y el amor mutuo.

Vivimos en un mundo multirreligioso. El extranjero, el diferente a nosotros mismos es nuestro prójimo: Tomemos como ejemplo la “Parábola del buen samaritano”, una de las más conocidas dentro de las parábolas en la Biblia.

En la teología de las relaciones hay una palabra clave que la Iglesia Luterana nos comparte en sus escritos: “convivencialidad”. Hablamos en nuestras iglesias y religiones de la hospitalidad como una palabra importante para las relaciones y la reonciliación entre nosotras y nosotros. Pero la hospitalidad incluye la idea de que el invitado está solamente de visita y se irá a otro lugar. Quizás una de las primeras impresiones que tenemos de esta hospitalidad la encontramos con Lidia de Tiatira como protagonista en el Libro de los Hechos.

El concepto de convivencialidad implica que de una forma u otra todas las comunidades son diversas y los residentes deben aprender el arte y la práctica de vivir juntas y juntos respetando las diferencias de cada uno. En una sociedad, las personas no solamente deben tolerar, sino aceptar las diferencias y respetarse mutuamente.

Convivir en armonía

El ministerio de la reconciliación es un tema destacado en las Escrituras: En el Antiguo Testamento encontramos historias poderosas de reconciliación. ¿Podemos recordarlas? Jacob y Esaú y José y sus hermanos.

En los escritos del apóstol Pablo encontramos la reconciliación como un tema central en los procesos de la Misión de Dios. Los mensajes de Pablo han sido llamados “el evangelio de la reconciliación”.

La reconciliación es ante todo el trabajo de Dios. Dios reconcilia a la humanidad consigo mismo. Esto es el mensaje central de lo que Dios ha hecho por la humanidad, (5 Romanos 1-11). Para nosotras y nosotros entonces la reconciliación es un mandato de Dios. No puede haber un discipulado de cualquier religión que no incluya ese mandato de la reconciliación. Es el llamado a la práctica de la justicia, la paz, la integridad de la creación y la reconciliación: 2 Corintios 5:18,19.

La reconciliación tiene lugar en una serie de diferentes niveles y tenemos que comprometernos como iglesias, religiones y sociedad a cada uno de ellos.

Nivel personal de reconciliación: La violencia infringida a las mujeres (feminicidios) y a la niñez, a las personas con discapacidad, a las ancianas y ancianos). Los problemas de desastres naturales, el problema de la emigración. La familia, el vecindario.

Nivel de reconciliación cultural: Grupos raciales o culturales que han sido ignorados o excluidos: Aborígenes, la práctica sistemática del racismo, las víctimas de la pobreza, el analfabetismo y las limitaciones para adquirir posibilidades de una formación educativa adecuada.

Nivel de reconciliación política: Inclusión en los compromisos nacionales: Proyecto de Verdad y Reconciliación presidida por Nelson Mandela en África del SUR y el Arzobispo Desmond Tutu. Mujeres de la Plaza de Mayo en Argentina. Participación en el proceso del contenido y la elaboración del “Código de las familias en Cuba”. La Madre Teresa de Calcuta y Rigoberta Menchu, líderes regionales a favor de las poblaciones excluidas por la pobreza y sus razas.

Nivel de reconciliación en las Iglesias y religiones: Formación de los Consejos nacionales de Iglesias, diálogos interreligiosos, Instituciones educativas interreligiosas (ISECRE en la Habana, programa del Seminario Evangélico de Teología en Matanzas)

Cinco elementos básicos de la reconciliación

El autor Miroslav Volf nos sugiere que la reconciliación tiene cinco elementos básicos para volver a la amistad: recordar, perdonar, disculparse, restaurar y abrazar. Estos elementos son fáciles de mencionar pero complicados de entender completamente y difíciles de practicar.

Recordar: Poseer recuerdos vividos correcta y objetivamente, ceñidos a la verdad.

Perdonar: Es el elemento central de la reconciliación. Desmond Tuto , Premio Nobel de la Paz y uno de los arquitectos de la paz en África del Sur después del sufrimiento de su pueblo afirmó: “No hay futuro sin perdón”. El perdón es una dádiva que debe funcionar aunque no haya arrepentimiento previo del ofensor. El arrepentimiento consiste en recibir el don gratuito del perdón que se nos ofrece.

Disculpar, restaurar y abrazar: Practicar señales de reparación de daños provocados o infligidos a otros, restablecer dignidades perdidas o irrespeto provocado, añadir señales de cariño y de comprensión como el abrazo, una expresión corporal de acogida, cercanía y afecto porque como “embajadores de la reconciliación” somos enviados a esa práctica personal, familiar, eclesial y social por el Dios del Amor Reconciliador

¿Cómo lograr la reconciliación en nuestras relaciones familiares?

Quizás uno de los temas más álgidos de nuestras relaciones sea poder canalizar adecuadamente nuestros problemas familiares, y amén de cualquier intervención de un especialista en psicología o de similares competencias, esta es la pregunta que cada día nos hacemos cuando confrontamos conflictos en nuestros hogares cubanos.

¿Es posible encontrar en la Biblia algunas respuestas que nos permitan abrir caminos de reconciliación en las familias para poder mejorar nuestras relaciones?

En la Biblia, en el libro de Génesis capítulo 33, encontramos un relato de reconciliación entre hermanos con elementos fundamentales para el logro de un encuentro reconciliador.

Hay cuatro movimientos en ese encuentro:

Primer movimiento

Eran dos hermanos: Jacob y Esaú, enemigos irreconciliables. Esaú avanza hacia el encuentro con su familia y líderes de su pueblo; Jacob también se acerca con sus carromatos, su familia y su pueblo. En este primer movimiento Jacob ve, como si tuviera una cámara en sus ojos. Tenemos que tener mucho cuidado con nuestra mirada, porque muchas veces miramos a otros con prejuicios y temores, y entonces la reconciliación no puede lograrse. (Génesis 33:1)

Segundo Movimiento

La mirada de Jacob no fue muy correcta, porque comenzó a preparar un segundo movimiento defensivo usando a las mujeres y a la niñez. El miedo al encuentro puede ser un obstáculo para el logro de la reconciliación. Esto sucede constantemente durante las guerras, las migraciones y los campamentos de refugiados. Las víctimas son casi siempre las mujeres y las niñas y niños. (Génesis 33:2)

Tercer Movimiento

El tercer movimiento de Jacob incluyó siete inclinaciones, que significan el homenaje con un significado de humildad profunda de un siervo o vasallo ante su jefe o superior. Reconciliación es como una nueva teofanía precedida por signos de humildad. (Génesis 33.3)

Cuarto Movimiento

Este movimiento incluye varios verbos que expresan la emoción de un encuentro largamente esperado. Esaú corrió hacia Jacob, lo abrazó, lo besó y lloró. (Génesis 33:4) Ese fue el abrazo de la reconciliación. La historia podía haber terminado aquí pero todavía Esaú estaba preocupado y preguntó ¿Qué significa ese carromato lleno de mujeres y niñas y niños? (Génesis 33:5)

Entonces sucede lo inesperado, el homenaje de las mujeres y sus hijas e hijos. El verbo usado fue «postrarse» y se usa cuatro veces en el texto como una continuación del gesto de Jacob que se inclinó siete veces ante Esaú. (Génesis 33:6-7).

La situación se transforma y se rompe el distanciamiento entre los dos hermanos; el rencor histórico de Esaú es vencido con las posiciones humildes que encontró en esa caravana reconciliadora. Entonces llega la entrega de regalos: Jacob los ofrece, Esaú los rehúsa, Jacob insiste. La aceptación es el fundamento esencial de la reconciliación. (Génesis 33.8-9). Su hermano Jacob le robó sus derechos de nacimiento, él era el primogénito. Es importante en la reconciliación el reconocimientos de los derechos de las personas que conviven con nosotros.

La frase usada en Génesis 33:11 es: «Acéptalo, te lo ruego, este regalo que te traigo», la palabra que se usa para la entrega de un presente en hebreo es «minha». Sin embargo la palabra usada en este verso es «beraka» que significa en hebreo «desear buenas cosas a una persona». Es una palabra que expresa plenitud y que siempre proporciona un gran beneficio, algo que la persona no tenía anteriormente.

O sea que Jacob con esta palabra «beraka» devuelve a Esaú el derecho a la primogenitura que le robó y que le hubiera permitido disfrutar una vida llena de beneficios en la familia y en la sociedad. Esaú acepta la devolución de esa dádiva, esa palabra de aceptación «rasah» se encuentra únicamente en el libro de Génesis que muestra la confirmación absoluta del perdón de Esaú a su hermano Jacob.

Entonces lo que Dios espera de un acto de reconciliación ocurrió. Jacob miró al rostro bondadoso de su hermano, y se sorprende, es como ver en la cara del hermano el rostro de Dios. El rostro del hermano ofendido y ahora reconciliado refleja el rostro de Dios. (Génesis 33: 10).

Conclusión

La reconciliación no es una tarea fácil, sin embargo, este es el ministerio que Dios demanda de nosotros. En 2 Corintios 5:18-19 el apóstol Pablo nos dice: «todo esto es la obra de Dios, quien por medio de Cristo, nos reconcilió consigo mismo, y nos dio el encargo de anunciar la reconciliación».

No hay reconciliación sin perdón. Y el perdón no puede aceptarse sin la práctica de la justicia. No hay reconciliación sin la verdad. Recordemos el título de la comisión de la Verdad durante el gobierno de Mandela en África del Sur «Verdad y Reconciliación».

La Iglesia como una comunidad reconciliada y reconciliadora debe denunciar toda marginalización o exclusión, de la misma forma que su denuncia debe incluir cualquier ofensa a la dignidad de cada ser humano.

La reconciliación resume toda la obra de la salvación. Es Dios quien toma la iniciativa. (Romanos 5:11; 2 Corintios 5:18-20; Colosenses 1:19-20).

La reconciliación no es solamente un aspecto de la misión de la Iglesia, sino el ejercicio esencial y eficiente de esa misión.

Es importante que al leer este relato bíblico de Jacob y Esaú, que casi parece una narración del famoso novelista latinoamericano García Márquez, pensemos en los derechos de todas las personas que pertenecen al entorno familiar, a quienes muchas veces son arrebatados sus derechos, se les roba también la calidad, el gozo y la plenitud de vida que les corresponde.

Sirva esta magnífica enseñanza de los Evangelios como guía a todas las personas de buena voluntad para construir un modelo de familia inclusivo y reconciliador con sus miembros, en el que cada miembro encuentre su dignidad plena y respeto por sus derechos. Una pequeña iglesia particular, extendida de la Iglesia madre, un solo cuerpo, modelo de vida para sus propios miembros y para la sociedad, reconciliada consigo mismo y con su Creador.

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