Quiero comenzar, desde mi propia familia, relatándoles una historia vivida con nuestra hija Greta en nuestra congregación.
Tenía Greta cinco años, y quería bajar del apartamento pastoral al templo. Alguien le preguntó: ¿A dónde vas? Ella contestó: Voy a ver a la familia de mi papá en la iglesia.
Así que, para ella, la iglesia, la congregación local era la familia de su papá, y por supuesto la de ella también.
Por eso, no nos extrañó mucho, cuando en su deseo de tomar la comunión, la Eucaristía, a los 6 años, corría a sentarse en el primer banco junto a aquellos que sabía que la aceptaban y no le negarían el pan y el vino. Los abuelos de la familia Armando y Alfredo Barani y Carlos Camps Sierra. Los abuelos disculpaban generosamente el gesto infantil del gran deseo de comer el pan que la familia le ofrecía.
El les responde: ¿Quién es mi madre y mis hermanos? Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro, a su alrededor, dice: Estos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.
Del santo Evangelio según san Marcos 3, 31-35
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La Verdadera Familia de Jesús
En este texto del Evangelio de Marcos se nos presenta a Jesús predicando y enseñando: Las personas a su alrededor le escuchaban atónitas, absortas. El mismo Evangelio nos dice que ningún hombre había hablado como Él, pues hablaba como quien tiene autoridad, transmitía la Verdad y el mensaje de Dios.
De un momento a otro, surge una agitación fuera del círculo de los congregados. Tal conmoción no es debida a algún paralítico que le presentan para curarle, no a algún endemoniado que necesita exorcismo, ni a un jefe de sinagoga que pide que le cure su hija. Se debe más bien a un hombre que lleva un simple recado para el maestro. El mensajero se acerca a Jesús pasando entre la muchedumbre, y cuando, está junto a Jesús, le dice: ¡Oye! Allí afuera están tu madre, tus hermanos que te buscan!
Jesús no se sorprende del mensaje, porque ya él sabía lo difícil que era para su familia carnal entender la misión que Dios había puesto en sus manos.
Recordemos que en el verso 21 del mismo capítulo 3 de Marcos sus familiares querían apartarle de la multitud a la fuerza diciendo ¡Está loco!
Los familiares desean ayudarle, separándole de la mala compañía (publicanos, pescadores) para llevarle al lugar de la pureza, a la buena casa (judeo-cristiana) donde su mensaje puede ser asumido y aceptado en Israel. Desde esta realidad que le circundaba es lógica la respuesta de Jesús – ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Y mirando en torno a los que estaban a su alrededor añadió:
¨He aquí mi madre y mis hermanos¨. Pues quien cumple la voluntad de Dios, ese es mi hermana, hermano, y mi madre.
Volvamos al texto, Jesús está con la multitud que le busca, escucha y rodea, formando su nueva comunidad mesiánica.
En casa (oikos) -dice el texto- con la gente sentada en torno a él. Los familiares permanecen afuera, no entran, ni se sientan con Él, ni acogen los nuevos caminos del Reino. Quieren que Jesús salga, que abandone el lugar, la casa de su comunidad.
Pero se encuentran con el dilema de que ¨la nueva familia de Jesús está formada por aquellas y aquellos que se sientan cerca de Él y cumplen la Voluntad de Dios. No dialoga con ellos, ni les da razones. Desde la casa eclesial de los supuestamente “impuros” les responde: ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? ¡He aquí mi madre y mis hermanos! Pues quien cumpla la Voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre (3:22-35)
Los tres argumentos de Jesús
Jesús usa tres argumentos formidables para proclamar su amor intenso por esa nueva familia.
- Jesús descubre y muestra a la gente que lo busca, le escucha y le rodea. Permanecen cerca de Él, no van o vienen, como transeúntes de la vida, sino que se han establecido en esa Nueva casa, la de Dios, en un coro de igualdad. No están unos sobre otros, unos imponiendo, otros sufriendo, sino están sentados, mirándole y conversando. Jesús les señala con el dedo y dice- ¡Estos son mi madre y mis hermanos! (3:35). Ahora tiene otra familia y está a gusto con ella.
- Jesús da a conocer los principios o fundamentos de esta nueva fraternidad, de esta nueva familia. Es la palabra razonada ¡Pues, quien cumpla la Voluntad de Dios! (3:35
De esa voluntad se habla en la oración del huerto (14:37). Jesús sabe que Dios quiere ayudar a los posesos, leprosos, expulsados, buscando de esa forma el surgimiento de una Fraternidad Universal con lugar para todos y todas en esa nueva familia. Es palabra didáctica. Jesús no se limita a mostrar y a razonar (pues quien) – sino que (estos son). Él mismo crea lo que dice (¡Estos son!). Jesús no venía a confirmar lo que ya existía – la estructura y unidad de la familia, sino a proclamar y realizar lo nuevo (Reino de Dios) sobre la tierra (1:14-15), construyendo la familia mesiánica.
La Iglesia como familia mesiánica
Jesús no está solo, a su lado hay hombres y mujeres que le buscan, le escuchan y acompañan, realizando su camino. Su palabra en el texto es de gratitud hacia quienes caminan con Él.
¡Sois mi madre! – me hacéis nacer, os agradezco la existencia.
Sois mi hermana y hermano porque me acompañan en el camino.
Aunque seguir el camino de Jesús muchas veces representa un reto, por ejemplo, para las mujeres que viven aún en una sociedad patriarcal, puedes encontrar un testimonio interesante en nuestro artículo: Las mujeres en la política
Dios comenzó llamándole Hijo querido (1:1). Ahora es Jesús quien toma la palabra dando nombre y función de hermana/o y madre a quienes les acogen y rodean.
De esta forma Marcos ha definido la Iglesia como ¨comunidad mesiánica¨ y también define cuáles son los rasgos distintivos de esa comunidad.
- Es comunidad gratuita que surge por el don y la Gracia de Dios y la Palabra. Jesús ha ido llamando a los carentes de méritos o estatus, conforme a las leyes del mundo para compartir con ellos el evangelio. Así nos vamos juntando como nuevos grupos humanos, en la casa de la vida compartida, porque dios nos ama y Jesús nos invita en el camino del Reino. Ni sangre, ni dinero nos vinculan, ni poder, ni autoridad social nos unen. Solo la Gracia de Dios, expresada como voluntad creadora que nos llama como hermanos y hermanas.
- Es Iglesia con lugar para la madre, para la mujer. Jesús llama madre a las personas que le van acompañando en el camino de la vida, extendiendo así, una experiencia vinculada a la madre original.
- Es Iglesia de hermanos y hermanas, sin distinción de jerarquía de sexos. Es interesante lo que en el texto se dice – Vienen a buscarle madre y hermanos (sin hermanas). Jesús, en cambio, incluye a las hermanas, presentando así, a su nueva comunidad donde se sientan con Él, hermanos, hermanas y madres que cumplen la misma voluntad de Dios. Caben por igual varones y mujeres, en círculo (Letty Rusell la denomina como ¨La Iglesia en el Círculo¨) que impide la imposición jerárquica de unos sobre otros. Las mujeres quedan incluídas en la familia de Jesús, igual que los varones.
- ¿Y acaso la Iglesia sin padres? De ninguna manera – posiblemente ya José había muerto, pero el problema del texto no es biográfico, sino teológico. En la nueva familia de Jesús hay hermanos, hermanas y madres, pero no hay padres en el sentido patriarcal judío de jefes de familia, presbíteros que imponen las viejas tradiciones (7:3); sacerdotes y escribas que dictan su ley desde arriba. Como base de esta familia, viene Dios, Voluntad Fundadora que vincula a hermanas, hermanos y madres de Jesús. En este camino va surgiendo la comunidad eclesial. Quedan fuera los escribas, pues no aceptan el modelo de Jesús. Quedan a la puerta los parientes, que no se atreven a superar el judaísmo genealógico. Así que Jesús y sus amigas y amigos han de juntarse en una nueva casa edificada desde el más hondo misterio de Dios. ¿Y cuáles son sus cimientos? Mencionaremos solamente tres:
- El principio es la Voluntad de Dios y esa voluntad actúa según el Evangelio de Marcos allí donde Jesús ofrece a los humanos un espacio de encuentro concreto y abierto a los necesitados.
- El centro es Jesús: que abre el círculo de relaciones. No vive para sí, no se cierra en egoísmo solitario y dominante, ni se impone por encima de los otros. Al contrario, él acoge, cura, enseña, y de esa forma va creando sobre el mundo un grupo de personas solidarias.
Esta familia está llena del Espíritu Santo (1:8). Pecan contra el Espíritu quienes quieren impedir el surgimiento de la Nueva familia universal de hermanos y hermanas. Expresión del Espíritu es ahora esta familia que supera toda la opresión del mal.
Conclusión
Nos corresponde responder a este llamamiento del Jesús del Evangelio de Marcos. Ustedes son mi familia si hacen la Voluntad de mi Padre que está en los cielos.
Y esa fe en el Maestro es un compromiso de vida en el amor, en cada instante de la vida. Somos parte de esa familia las 24 horas del día. Nuestra fe se traduce en amor.
El amor es la antorcha del consuelo, es la sonrisa y es la mano que ofrece al débil. Somos parte de esta familia local y universal que han aceptado la vocación, el llamado de pertenecer a ella, comprometiendo así nuestra vida, nuestro tiempo, nuestros recursos, nuestras energías para realizar la Voluntad del Padre. Vamos a unirnos a esta promesa de ser “un nuevo modelo de familia” predicando y viviendo por Jesús, quien ahora nos llama para ser sus hermanos, hermanas y madres en esta comunidad mesiánica, que existe para anunciar al mundo una nueva realidad que implica un compromiso de vida en el amor.